La intención de castigar a otro ser humano por la razón que sea, no es parte de la naturaleza humana, sino que se ha ido desarrollando y evolucionando junto con el establecimiento del poder económico, político y religioso dentro de la sociedad. Es probable que en las sociedades primitivas existieran prácticas que se asemejan al castigo, pero seguramente no fueron más que una forma pura de venganza al estilo "ojo por ojo, diente por diente" (aunque aun lo podemos encontrar son pocos los casos).Como hemos dicho, el castigo está ligado al poder y éste lo usa justamente para autoprotegerse. Esto se confirma por la existencia de un patrón en el ejercicio del poder en las monarquías, ya que muchos reyes no lo pensaron dos veces antes de asesinar, maltratar o encarcelar a quienes ponían en peligro la estabilidad de la corona o no eran de su agrado. Este patrón es tan fuerte, que no podemos imaginar a un Rey sin un imponente castillo bien defendido y equipado con un oscuro calabozo, con verdugo incluido, listo para albergar a un par de prisioneros.
Esta evolución se expresó en formas complejas de castigar, pues el castigo estaba relacionado con la magnitud de la violación a las leyes y principios religiosos. Por ello, el castigo no solo buscaba sancionar al infractor, sino dar una lección al resto. La picota es un buen ejemplo del sentido moralizador del castigo, pues el insurrecto ya había "recibido su merecido" y su cabeza clavada en la plaza central del pueblo era una advertencia para quienes se atrevieran a considerar repetir la hazaña.


